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Era un domingo de mayo. Sabíamos que era
una fecha grande.
La Habana ordenaba a
dos muy amados presbíteros al
episcopado. En aquel momento yo no
llegaba a comprender por completo el
significado de lo que ocurría. Sin duda
era algo único. En cuanto al Coro, todo
decía que tenía que ser uno de los
momentos más interesantes de su
historia. Ni más ni menos que íbamos a
cantar con el Coro del Seminario y con
uno de los coros más celebrados del
momento, la Coral
de Acción Católica.
Allí, formando la procesión en el
claustro del Seminario de San Carlos y
San Ambrosio, estaban con nosotros
nuestro amigo y protector, el Señor
Arzobispo, vestido a todo dar. Allí la
primera plana de la Iglesia cubana. Yo
no sabía a ciencia cierta quiénes eran,
pero lucían tan importantes que no
podían dejar de serlo. El colorido de
los ornamentos, mitras, uniformes,
capisallos, todo hablaba de grandeza.
El pueblo fiel no se quedaba atrás,
estaba de fiesta, a la expectativa de lo
que pasaba y disfrutando de todo lo que
ocurría... y ya nos habían dicho que la
Catedral estaba repleta.
Íbamos a salir cantando el
Magníficat con el seminario y
demás integrantes de la procesión.
Habíamos ensayado mucha música nueva, la
antífona Firmetur y
otras del rito. La entrada era el
Omnes collaudant nomen tuum,
escrito por el maestro para la ocasión.
El Te Deum era de
Purcell y dificilísimo. La Misa de
Gelineau...
La
procesión se formó, al fin. Todos
estábamos muy serios. El silencio en
ese claustro era imponente. Se podía
cortar con un cuchillo, pero
emocionante. El diácono entonó
Procedamus in pace, todos
respondimos in nómine Christi.
Amen. Inmediátamente comenzó a
andar la procesión, guiada por el
turíbulo humeante y la Cruz
Metropolitana con sus ciriales. Los
pequeños entonaron Magníficat
ánima mea Dóminum,
nos santiguamos y salimos
hacia la calle, camino de la Catedral.
El pueblo amontonado se alborotó, ''¡ya
vienen!'', muchos decían. Todo iba
bien, el coro alternando con los
seminaristas, esto es, hasta que la Cruz
alzada dio la vuelta a la esquina ya en
vista de la Catedral. Súbitamente,
comenzaron a tocar las ocho enormes e
imponentes campanas de la torre de la
Epístola. ¡Qué maravillosa la mezcla
del
magníficat con el sonido de las campanas y la admiración del pueblo! el
gozo era indescriptible. La Catedral de
La Habana, como otras catedrales
hispanoamericanas antiguas tiene unas
enormes campanas con sonido de bajo
profundo no usual en las demás
iglesias. Son bordones y suenan como
cañonazos. El maestro estaba
preocupado, pensaba que el sonido de
las campanas iba a ahogar las voces de
los niños. Pero no, no sucedió así. El
efecto fue más bien como el logrado al
final de la Obertura 1812 [que
recientemente habíamos escuchado en la
Filarmónica de La Habana]. 
No
se nos olvida ese momento singular en
que llegamos al pórtico de la Catedral.
¡Qué emoción!, ¡qué alegría! Sólo
nos faltaba reír y llorar. A medida que
concluíamos el magníficat, se abría la
Puerta Real de la Catedral y los ángeles
abrieron las puertas del cielo para
revelar una presencia nunca imaginada
cuando todos, con el pecho
henchido, cantamos: Gloria
Patri, et Fílio, et Spíritui Sancto.
Sicut erat in principio, et nunc, et
semper, et in sæcula sæculórum. Amen.
Luis de la Cruz - Guillermo Romagosa
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Sucedió en el
aula de tercer grado de
varones. Era un martes de
cuaresma de 1954 y llegaron
algunos de los mayores que
integraban la schola, al
tiempo que los pequeños
terminaban su ensayo. La
música había sido toda
gregoriana de Semana Santa,
en particular, me acuerdo
que habíamos practicado el
himno Pange Lingua --
Crux Fidelis, inter omnes...
Como hasta entonces el coro
sólo cantaba gregoriano
(excepto villancicos por
navidad), se me ocurrió que
tal vez ya era hora de
tratar lo que hacía tiempo
venía pensando, cantar algo
a cuatro voces. Enseguida
pedí a los muchachos que se
agruparan por voces e
improvisé unos acordes con
el texto de la Procesión de
los Ramos Hosanna
Filio David, benedictus qui
venit... distribuí
las voces y, PRESTO, aquello
sonó a mis
oídos como si
fueran los Improperios de
Victoria en la iglesia
abacial de Montserrat.
De pronto llegaron
jadeantes, después de subir
corriendo tres pisos de
escaleras, el Padre McKniff
y varias maestras que no
podían creer que fuera
nuestro coro el que cantaba
en el tercer piso. ¿¿¿Qué
pasa, qué es??? gritaban.
Yo, que sabía lo que
pasaba, tampoco lo podía
creer...
Guillermo Romagosa
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Cuando llegó el tren dirección
Habana a la estación de Camagüey
y descubrimos que había habido
un problema con nuestras
reservaciones, todos nos
llenamos de ansiedad. Era
el cierre con broche de oro de
un viaje de cuatro días de
excursión en que habíamos
cantado una misa solemne por el
cincuentenario de las Madres de
María Reparadora, dos conciertos
en un teatro de Camagüey y una
Misa en la Iglesia de San José,
de los padres agustinos
holandeses. Los ferrocarriles
solucionaron el problema
añadiendo un coche al tren.
Todo bien. Sucedió
entonces que, cuando entré en mi
coche, un niño con voz de
soprano y que se encontraba al
otro extremo del coche gritó a
toda voz ''maestro, ¡¡¡hay una
vieja sentada en mi puesto!!!''
y yo grité en mi interior,
''trágame, tierra''...
Guillermo Romagosa
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Jovellanos es un entronque en
los Ferrocarriles de Cuba,
situado en la provincia de
Matanzas. Veníamos de vuelta a
La Habana después de una serie
de actuaciones en Camagüey y
habíamos tomado el tren que
salía a medio día de Camagüey y
que llegaba a La Habana a las
nueve de la noche. Aunque las
madres reparadoras nos habían
pertrechado con golosinas y sus
famosos polvorones,
los muchachos ya habían acabado
vorazmente con todas las
vituallas.
El buffet, o cafetería, del tren
no llevaba un menú que alcanzara
para dar de merendar a todos por
igual, así que
aproveché la
parada en Jovellanos para
comprarles algo de comer en un
establecimiento que quedaba en
la propia estación y que era
famoso por sus chuletas
de cerdo. Había un
gentío amontonado y tratando de
conseguir la atención de los
dependientes a voz en cuello.
Todos querían sus chuletas
mientras llegaban otros viajeros
para incorporarse a nuestro
tren. Viendo que era imposible
observar muchas de las reglas de
etiqueta que son de rigor en
países civilizados, di un
grito: déme cincuenta
chuletas, cincuenta pastelitos
de guayaba y
cincuenta coca-colas.
El efecto fue instantáneo, como
cuando el oficial grita
¡atención! y la tropa
se cuadra, así hubo un silencio
súbito. No sé cuántos pasajeros
se quedaron sin chuletas, que
Dios me perdone, pero los
Pequeños Cantores del Santo
Cristo comieron por igual esa noche a
bordo del tren que iba para La
Habana...
Guillermo Romagosa
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Siempre sonrío
cuando me acuerdo de ese niño, de los más pequeños que
ya cantaban con nosotros, el que se ensimismó con la
plumita de Camagüey. No sé si habría palomas anidando en
el techo del teatro donde ofrecíamos un concierto en
Camagüey. Después de todo, ellas no necesitaban boleto
para entrar. Lo que sé es que, en medio de un
villancico, comenzó a caer una plumita pequeñita de
entre los telones. Era muy chiquita y descendía
despacito, girando en tirabuzón, como quien no quiere
las cosas. El coro estaba enfrascado en un villancico
difícil, la atención al director era más que nunca
crucial. Es de notar que este concierto era, como los
demás, todo a capella, no había órgano
que cubriera alguna equivocación. En el
momento culminante de la pieza, comienza el niño en
cuestión a seguir la plumita con la vista. El estaba en
primera fila y trató de asir la plumita con una mano. Se
le escapa, se inclina y trata con la otra.
Al público le
pareció muy gracioso, después de todo era un niño
pequeñito y mono. Al director y al resto del coro, de
primer momento, el niño persiguiendo la plumita de
paloma causó horror. ¡Se acabó el mundo! Imagínese usted
esto en medio de un concierto. Pero después no pudimos
menos que reírnos... No me acuerdo si por fin el
pequeñito logró atrapar la plumita en sus manos. Lo que
ciertamente logró fue ponernos en nuestro lugar como
seres humanos.
Marvin Jui
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Uno de los problemas crónicos que
sufren nuestros coros es el de los
catarros, gripes [gripas] y dolores de
garganta. Entre los cubanos todo esto
tiene que ver con la madre naturaleza: la
lluvia --especialmente si te
mojas--, el frío --especialmente
si te desabrigas--, el aire --
si te da por la espalda-- y mamá,
las mamás superprotectoras de sus bebés
[''Parece que va a llover, no debes
salir'' --''pero mamá, hoy cantamos en
la catedral y yo tengo el solo del
et incarnatus est...''
--''te digo que no puedes salir'']
Claro que la actitud de mamá es la de la
medicina preventiva. Entendido que la
mamá no es un mal,
y se le agradece su solicitud
maternal, para ese "mal"
no hay remedio [!] y el coro tenía que
vivir con él. Para
los efectos de los demás males, nosotros
teníamos dos remedios caseros,
el café negro a la
cubana [léase tinta china] y
las pastillas Valda. A
la menor señal de problemas
otorrinolaringológicos, el maestro
comenzaba a distribuir pastillas Valda
como si fueran caramelos, y, si venía al
caso, traía varios galones de café negro
caliente del restauran de en frente
[esquina de Teniente Rey y Bernaza].
Parece que, aunque no era papá, tenía
complejo de médico de cabecera y
superprotector de sus pequeños cantores
que eran más que pacientes.
Guillermo Romagosa
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Para los que se les ha
olvidado el español de las islas del Caribe y de
Yucatán, una guagua es un autobús. Pues bien, la guagua
de Balbino era el autobús que llevaba el letrero del
Colegio San Agustín y que solía llevarnos a las
iglesias, al seminario y a tantos lugares donde teníamos
un compromiso de cantar. El buen Balbino era el
joven dueño y chofer que nos llevaba. Para
nosotros, esa era la proverbial guagua de Balbino.
Para entretenerse
durante el largo viaje, los muchachos se ponían a
cantar, cosa que en ocasiones no era buena para la voz.
Pero era tal el gozo de cantar que no se les podía
prohibir, sino pedirles que no gritaran. Fue entonces
que, en la guagua de Balbino, los muchachos, por
iniciativa propia, desarrollaron todo un repertorio
musical compuesto por ellos mismos. Las canciones
tradicionales cubanas se transformaban en piezas a
varias voces en estilo imitativo o fugado, recuerdo
que así cantaban Solamente una vez amé en la
vida.... También había una
marcha, Todos nos vamos de excursión.
Tenían cantos típicos españoles, como uno que decía,
Tanto reloj de oro, tanta cadena... Alirón,
tira del cordón, cordón de Valencia..., también
uno del pueblo de mis abuelos maternos, Villarino de
Aires, Salamanca, y que trataba de la muerte del
Burro de Villarino. [Ese no se cantaba cuando
pasábamos por un cementerio o un sepelio; es más, los
muchachos no cantaban por respeto cuando estábamos en
tráfico junto a un cementerio]. Pero lo más
interesante para mí fue la ocurrencia que tuvieron de
cantar los anuncios comerciales y letreros de las
carreteras en distintos tonos de salmo del gregoriano.
Así fue que los que oían venir la guagua de Balbino oían
a un muchacho decir ''tono sexto'' y, de pronto todos
cantaban, ''Pe-le-tería de Rodríguez e
Hijos * Zapatos finos para todos los
gustos'' [fa sol-la la la la la la la la sol la fa * la
la la la la la la la fa sol-la sol fa], y otra voz decía
''tono octavo'', y todos cantaban, ''Panadería y
dulcería El Siglo de Oro * Establecida en mil
ochocientos noventa'' [sol la do do do do do do do do do
do do do re do * do do do do do do do do do do si do la
sol], y otro decía, ''solemne'' y entonces sonaba como
un Magníficat. Demás está decir que resultó ser buena
práctica para cuando había que hacerlo en latín. Así se
introdujo la costumbre de cantar, al momento de llegar a
nuestro destino, el Alleluia Pascual, tono sexto, con
el salmo 116,(117) Laudate Dóminum omnes gentes... en faux
bordón.
Qué
satisfacción ver que los niños habían interiorizado los
tonos de salmo gregorianos que utilizaban en la liturgia
y hasta sabían adaptar cualquier texto a esas fórmulas,
o... ¿sería que, simplemente, había que entretenerse
con un juego inteligente durante los viajes? Lo uno o lo
otro, o ambos, indican imaginación y habilidad. Y, para
el maestro, felicidad en la guagua de Balbino.
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Es curioso
que recuerde su nombre. Especialmente
porque no tengo memoria ''de nombres'',
más bien ''de caras''. Cuando
mencioné ese nombre al maestro tampoco
se acordaba. Sólo se llegó a acordar
cuando consultó un programa viejo del
Coro.
Se
acordaba, sin embargo, de lo sucedido
esa vez que regresábamos de Camagüey.
Fue en una de las tantas paradas que
hacía el tren camino de La Habana que mi compañero del coro se encontró
con su papá. Tal parece que el papá se
enteró de que el hijo venía en ese tren
y quiso llegar a verlo. Aprovechó para
ir a la estación de ese pueblo y abordar
el tren para, aunque fuera por unos
momentos, ver a su hijo. Recuerdo que
junto al señor subieron al tren un
enjambre de vendedores de raspadura,
pasta de guayaba, pan de Caracas y otros
productos locales, comidas que me
llamaron la atención. Así que no le di
importancia a la visita breve del padre
a su hijo. Entonces el conductor del
tren sopló ese silbato que sonaba como
el de los carteros, anunciando la
partida del tren y ví a mi compañero
llorando, abrazado a su papá. El papá se
despidió y se bajó corriendo del tren.
Yo me acerqué a mi compañero y le hice
esa inocente pregunta ¿Amigo mío, por
qué lloras?... El no me contestó
enseguida. Luego me dijo ''Hacía mucho
tiempo que no veía a mi papá''. Yo no
pregunté más...
En
La Habana yo tenía a mi mamá y a mi
papá, no así mi compañero, que no tenía
a su papá y lo extrañaba. Quizá sea ese el
hecho que, a pesar de haber sido yo
niño, me tocó el corazón. Tal vez por
eso he recordado su nombre y sus
lágrimas por toda una vida.
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Cuando los líderes de la tropa
de Boys Scouts del Santo Cristo
se enteraron de que íbamos a
pasar casi toda una noche de
noviembre en la entonces llamada
Plaza Cívica, se ofrecieron para
facilitar un servicio de pan
y café con leche. Así los
muchachos tendrían algún sostén
para pasar la noche que, según
los meteorólogos, iba a ser un
norte de mucho aire, frío y
lluvioso [todo lo que las mamás
aborrecían para con sus niños].
La Ferretería Capestany,
proporcionó una hornilla de
kerosén, de las que hay que
bombearle aire. Los primos del
maestro, que tenían una
lechería, donaron varios galones
de leche. El pan venía,
supongo, de una panadería, creo
que de La Gran Vía. Los vasitos
de cartón venían de Sarrá. El
café, también por galones, se
compró en el restaurante de en
frente. El azúcar de la bodega.
Y los boys scouts dieron su mano
de obra.
Todo bien, excepto que cuando
llegamos en la guagua de
Balbino a la esplanada donde se
iba a celebrar la Misa del
Congreso Católico, la Comisión
de Orden no nos dejaba
pasar. Aunque veníamos vestidos
de sotana y roquete, ¿Cómo
hacerles creer que éramos, con
la Coral de Acción Católica, el
coro de la Misa? En esos días
no había teléfonos celulares.
Fue un boy scout que se prestó
para hacer contacto a pie con el
altar, quien trajo el ''OK'',
y nos dejaron entrar, guagua y
todo, a través de un mar de
gente para llegar al sitio del
coro, que estaba junto a la
cátedra en la plataforma del
altar.
Allí, detrás del dosel de la
cátedra, nos cobijamos en espera
de que llegaran las autoridades
y la imagen de Nuestra Señora de
la Caridad del Cobre, Patrona de
Cuba, que había venido en
avión desde el Cobre para la
ocasión. Habíamos llegado como a
las ocho de la noche. La Misa
no comenzó hasta después de la
media noche. Durante toda esa
espera, tomamos pan y café con
leche. Pero fue esa una ocasión
única, porque tomamos pan y café
con leche con todo el episcopado
cubano, con los altos líderes de
Acción Católica, con muchos
sacerdotes y seminaristas y con
la Coral de Acción Católica.
Menos mal que había mucha leche
y café y mano de obra prestada
por los boys scouts, porque no
habíamos contado con que tantos
ilustres nos iban a ''pegar la
gorra''. Parece que el ''olor de
santidad'' del café era
irresistible y la hospitalidad
de los Pequeños Cantores no
dejaba que desear.
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La
Biología del Noche de Paz: lo Esperado y lo
Inesperado.
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Era la Navidad de 1959 y nos habían invitado a
cantar en la ceremonia de bendición de un
nacimiento que tenía imágenes tamaño natural. El
belén estaba en un gran hueco, llamado ''la
cantera'', en esa porción del Vedado llamada La
Rampa.
Fuimos todos en la guagua de Balbino. Íbamos muy
elegantes, luciendo los uniformes de gala.
Durante el corto viaje algunos se quejaron del
uniforme. Decían que parecíamos como
mini-chóferes de guagua, los del Santiago-Habana
específicamente. Pero, en lo que a mí respecta,
los uniformes lucían muy bien. Mi mamá había
lavado y planchado el mío. Todos iban igualmente
muy lavados y muy planchados y lucían elegantes
con sus corbatas negras.
Durante la ceremonia todo marchaba bien. El
momento culminante iba acompañado del canto del
Noche de Paz. El arreglo que cantábamos tenía
efectos muy especiales, con mucha boca cerrada,
muchos pianísimos y un solo muy fino para un
soprano de voz bien dulce. Estábamos cantando el
Noche
de Paz, cuando sucedió con el solista, Tomasito
González, lo que siempre puede suceder cuando se
trata de niños varones. La ley biológica lo
establece, cuando se llega a cierta edad la voz
cambia y pasa de la de niño a la de adolescente.
--¿Qué hacer cuando el solista se ve
imposibilitado de cantar en la tesitura
requerida?-- En el momento en que el solista
entró una octava más baja de lo esperado, el
maestro hizo una seña a otro cantor que podía
dar ''la talla'', para que tomara la siguiente
entrada. Entonces sucedió lo inesperado. El
nuevo solista, que era yo, confrontado por una
situación difícil, tuve una reacción biológica
no causada por las hormonas del crecimiento,
sino por los nervios, y que dio causa para que
mi mamá tuviera que lavar de nuevo los
pantalones del uniforme de gala. Aunque yo tenía
mis solos, nunca había cantado el solo de Noche
de Paz. Pero a pesar de los nervios, canté el
solo del Noche de Paz, me quedó bien y nadie se
enteró de lo sucedido. Según el maestro, di la
talla.
Tomasito nunca más
recobró su dulce voz de soprano. Años después yo
perdí la mía.
Después de todo, mirando hacia detrás, aquella
fue una Navidad feliz y una noche de paz.
Marvin Jui
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Era Jueves Santo, hacía calor y
se nos hacía tarde para llegar a
la Catedral. Habíamos estado
ensayando, puliendo ciertos
detalles, para la Misa del
Crisma, que en esa época todavía
se celebraba el Jueves Santo por
la mañana. Después de tantos
años, me suena en la memoria el
O Redemptor súme
cármen Témet concinéntium...
[Oh Redentor, recibe el
poema de los que te cantan]
porque yo era uno
de los dos cantores que hacía
los versos mientras entraban en
procesión los aceites que se
iban a consagrar. Había que
parar en algún sitio para tomar
aunque fuera un café con leche.
La celebración iba a ser larga,
un canónigo [llamado
magistral, yo creía que ese
era su apellido] iba a hablar
por largo y tendido, el Señor
Arzobispo iba a celebrar con
toda calma y solemnidad, como
usualmente lo hacía, a pesar de
estar vestido y revestido,
--recuerdo, en mi imaginación de
niño--, como para visitar el
polo norte, con guantes y
todo [!] y en el coro alto el
calor abundaba para los que
íbamos a cantar. Las calles
estaban desiertas, así que
fuimos a pie y entramos en un
café para tomar algo.
Allí
nos sirvieron café con leche y
pan con mantequilla, un desayuno
típico cubano. Pero se hacía
tarde. Los mayores se ocuparon
de sentar a los pequeños y de
ver que comieran con prisa
porque casi ya teníamos que
estar listos en el patio frente
al Sagrario Catedral. Pero, lo
que sucede cuando menos se
quiere, el café con leche estaba
hirviendo. Para acelerar las
cosas, se le ocurrió al maestro
decir a los muchachos que
sacaran el hielo del vaso de
agua que cada cual tenía y lo
echara en el café para que se
enfriara. Sólo de esa forma
llegamos a tiempo a la Misa del
Crisma en la Catedral. A muchos
nos hizo gracia el café con
hielo. A mí no se me olvidó en
toda la vida. Me ha servido de
consejo para actuar y entender
en situaciones difíciles.
Llegamos y nos incorporamos a la
procesión de entrada. Al llegar
al presbiterio proseguimos por
el crucero para salir por la
nave de la epístola, subir por
una escalera de caracol dentro
de una torre, pasar entre
campanas para llegar al coro
alto. Todavía la schola del
seminario cantaba el introito,
cuando el maestro nos mandó
quitar el roquete, lo que
escandalizó a un seminarista
[hoy presbítero en Miami,
Florida]. Nadie nos podía ver
desde abajo, razonó el maestro,
y el calor allá arriba era de
baño turco. Mejor cantar que
sofocar. Cuando hay calor, hay
que aplicar el frío y despojarse
de los soporíferos. Ponle hielo
al café caliente en caso del
desayuno, y ponle ropajes al
Arzobispo cuando va al polo
norte. Yo pensé, a cada cual lo
suyo, sin la coincidencia de
opuestos la vida sería muy
aburrida... Ese fue un día de
contrastes, y en mi mente suena O Redemptor súme
cármen Témet
concinéntium.
¿Sabes de una buena traducción
al castellano? Siguiendo la que
yo tengo, el Señor no hubiera
recibido nuestro canto si no
hubiéramos tomado café con
leche hirviendo y enfriado con
hielo.
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Todos
los cubanos conocen y recitan los Versos
Sencillos de José Martí, el Apóstol de la
Independencia de Cuba. ''Yo soy un hombre sincero...'',
dice Martí, y hoy yo les hablo con toda sinceridad sobre
la adaptación que hice para el Coro de Pequeños
Cantores de estos versos a la melodía del género musical
guajira,
llamado guantanamera. Este
género se llama así por ser típico de Guantánamo, y
también es bien conocido de todos los cubanos.
Era
el año de 1959. Teníamos el compromiso de cantar en una
velada que concluiría una jornada de talleres de las
Juventudes de Acción Católica en el Colegio de la Salle
del Vedado. En realidad nos sobraba repertorio para esa
intervención pero pensé que debíamos tener, además de lo
usual, algo patriótico. Así que decidí, entre otros,
tener un canto eclesiástico como el Tu es
Petrus, porque estaría presente el Sr.
Nuncio de Su Santidad, y los Versos
Sencillos de Martí por ser en esos días el
19 de mayo, aniversario de su muerte. Que yo sepa, no
existía ninguna versión musical de ese texto.
Cultivo una Rosa Blanca tiene música,
pero decidí que, para tener algo distinto, debía de
hacer el arreglo de los Versos Sencillos usando
la cubanísima melodía de la guantanamera. Lo
hice sin usar el estribillo Guantanamera,
guajira guantanamera..., y así se cantó,
siendo recibida con participación de muchos haciendo
sonidos de pajaritos [lo usual] y con una ovación
entusiasta de todos los presentes, seguida de un encore.
Desde entonces pasó a ser parte de nuestro repertorio,
esperada y bien recibida donde quiera que la cantamos.
Yo no sé quien la oyó, la modificó un poco, viciando la
armonía y la melodía,* y la importó a los Estados
Unidos. El caso es que otros se han llevado la palma de
la fama por haber copiado algo que primero vio la luz
del día en nuestro repertorio.
Así Dios
lo decidió. Amén.
(*) En el original
cubano, el acompañamiento comienza en fa
mayor pero el canto comienza en re,
por encima del acompañamiento. Luego la pieza concluye
''en suspenso, en el aire'', en la dominante (acorde de
do de séptima, sin resolver).
Guillermo
Romagosa
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''A BUSCAR PERIODICOS''
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Hicimos un
viaje maravilloso en tren de La Habana a
Camagüey. Ese fue un día de novedades,
la mayoría no habíamos hecho un viaje de
ocho horas en tren, y con aire
acondicionado, menos. Dentro de los
coches había frío, pero al pasar de un
coche a otro se sentía el calor de
afuera, el aire y los ruidos. Todos
queríamos pasar de un coche a otro para
experimentar ese
cambio
y la velocidad [de unos 130 Km/h.,
promedio] que adentro no se sentían y
tratábamos de parar de canto una peseta
para comprobar la estabilidad de aquel
caballo de hierro que había diseñado la
Budd Car Company de Filadelfia. Nada de eso era bueno para la voz,
pero para nosotros, en ese momento la
novedad era lo principal ¿Quién antes
había hecho semejante viaje en un tren
moderno, todo plateado, rápido y con
aire acondicionado? Hay que ver que la
mayoría éramos habaneros para quienes
todo lo que estaba fuera de La Habana
era el campo.
Allí no se nos había perdido nada y
ahora estábamos descubriendo que merecía
la pena viajar al interior.
Muchos recordamos esos descubrimientos
con cariño gracias al coro que nos los
proporcionó.
Llegamos a Camagüey después de ese viaje
de descubrimiento y allí nos llevaron en
una guagua, no la de Balbino, al colegio
de los Hermanos Maristas donde nos
acomodaron en el gimnasio, convertido
para nosotros en dormitorio con
cincuenta camas (!) en la cancha de
baloncesto. De ahí fuimos directamente
al convento de las Madres Reparadoras
donde nos tenían preparada la cena. Allí
tuvimos oportunidad de conversar con las
madres y de ensayar un poquito en la
capilla donde íbamos
a cantar la Misa
Solemne de aniversario de las madres en
Camagüey. Hubo que hacerlo con todo
respeto porque las madres tenían el
Santísimo expuesto las veinticuatro
horas del día. Tomando el postre
con las monjitas les manifestamos
nuestro temor de habernos acatarrado
durante el viaje. [El maestro ya estaba
con 38º de fiebre, pero nosotros no lo
sabíamos, ya él había comenzado a
circular las pastillas Valda]. Queríamos
quedar bien en nuestros compromisos y,
sobre todo, --cosa muy importante--
queríamos bañarnos en la piscina del
colegio de los Marístas....Nuestro
dormitorio improvisado en la cancha
de basketball , si bien teníamos piso de
madera y techo, no había paredes, por lo
que estábamos al aire libre. Una de las
madres nos aconsejó conseguir periódicos
para arroparnos con ellos nuestras
jóvenes gargantas a la hora de dormir,
''el papel les mantendrá el calor y
podrán cantar mañana'', dijo. Nuestra
preocupación era tan grande que todos
queríamos bastantes periódicos para
aplicar el remedio, así que ''A buscar
periódicos para arropar nuestras jóvenes
gargantas.'' La guagua paró a conseguir
periódicos en un estanquillo. Cada cual puso su periódico
alrededor de su cuello y por debajo de
las mantas.
Con gratitud llegamos al final de ese
día de exploración y descubrimiento. Al
apagar las luces todos cantamos ''A la
puerta del cielo venden zapatos para los
angelitos que andan descalzos. Duérmete
niño, duérmete niño, duérmete niño,
arrú, arrú.'' y, a pesar de algunas
diabluras y risas, todos nos quedamos
dormidos como santos y buenos angelitos
que de verdad éramos. El hecho de que
despertáramos a la comunidad de los
hermanos Maristas es otra anécdota.
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Para nuestras mentes infantiles, el viaje a
la ciudad de Camagüey fue algo fabuloso.
Desde días antes de salir hasta días después
de regresar, todo era nuevo. Muchas
experiencias nuevas y
emociones. Muchos
descubrimientos, no sólo de lugares, sino de
nuestro propio ser. Aunque tal vez no los
valoramos en ese momento. Fue esa la primera
vez que, fuera de nuestro
ambiente, recibimos reconocimiento tanto
como grupo, como coro y como individuos.
Nos llevaron a distintos lugares, cantamos
ante distintos públicos, como embajadores de
la música, ministros de la música sagrada en
particular. Nos llevaron a cantar en un
canal local de televisión donde presentamos
dos o tres números. Al día siguiente nos
llevaron de nuevo al mismo estudio de
televisión. Como primerizos al fin y al
cabo, nos impresionó cantar dos días
seguidos por televisión. Pero nos llamó
más la atención porque, según anunciaron,
volvíamos por demanda popular, ya que habían
recibido numerosas llamadas telefónicas
pidiendo que nos presentaran de nuevo. Es
muy bueno sentirse uno reconocido y bien
acogido.
Lamento que no quede ninguna grabación, ni
una imagen en movimiento, ni un canto, de lo
que hicimos en tantos sitios como Camagüey.
El maestro dice que él lo prefiere así
porque, de otro modo se pasaría el
tiempo encontrando defectos en las
grabaciones sin tener la oportunidad de
corregirlos.
Sería bonito observar cómo hemos ido
cambiando con el implacable,
el tiempo. Ahora solamente
nos queda el choque emocional de ver al niño
que recordamos en la figura del niño que ya
no somos.
No hay estudio de televisión que pueda
presentarnos de nuevo tal como éramos, ni
como fuimos cambiando, ni si quiera por
demanda popular. Gracias a Dios que para eso
están los recuerdos que guardamos en lo
profundo del corazón.
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Reminíscere * miseratiónum tuárum, Dómine... así comienza el
Introito del Segundo Domingo de Cuaresma. Me recuerdo que
me tocaba a mí, entonar el introito, que, normalmente,
después de un preludio de órgano, era lo que señalaba el
inicio de la procesión en la misa parroquial. Por ser
cuaresma, no había preludio de órgano, de manera que yo era
el que abría la celebración. Pero esa mañana, en lugar de
hacer la señal de la cruz, el coro tuvo que taparse la boca
para no echar la carcajada. Sucede que en los ensayos, yo
había tenido que repetir muchas veces esa entonación porque
la cantaba mal. En lugar de reminíscere,
cantaba renimíscere
y no había forma de que lo hiciera bien. Como le
había prometido al maestro que lo iba a ensayar bien en mi
casa, todo quedó así. Pero cuando llegó el momento de
cantarlo, aunque lo había estado repitiendo una y otra vez
hasta el momento de formar la procesión..... ¿Se imaginan
lo que canté?
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Según las circunstancias, en el curso
de su breve historia, el Coro cantó en varios idiomas,
español, latín, griego, catalán, gallego, y un día cantó
en lenguas. Sucede que, por una celebración especial,
se cantó en el Cristo el Te Deum.
No recuerdo la razón. Fue en la Catedral donde cantamos
ese himno con más frecuencia. El Te Deum
tenía antes una serie de versículos y respuestas,
terminando con una colecta. Ya hoy no hay nada de eso.
V/.
Benedicámus Pátrem et Fílium cum Sáncto Spíritu.
R/. Laudémus
et superexaltémus eum in saécula.
Y así
tres versos más con sus respuestas respectivas. El
último era Dóminus vobíscum. Después venía
Orémus, como de costumbre.
Sucede que el celebrante cantó un verso de más. Del coro
alto no se le entendió nada. Yo no
sabía qué hacer, el Líber Usuális no traía
nada, y me quedé paralizado, pero los
muchachos instintivamente respondieron, Tra
la, la, la, tra la, la, la, blah la, o
algo por el estilo. Parece que, ya en aquella época, el
Coro cantaba en lenguas.
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En memoria de la
amistad que existió entre los dos santos, Francisco de
Asís y Domingo de Guzmán, los frailes dominicos invitan
a los franciscanos a celebrar con ellos la fiesta de
Domingo, su santo fundador. Los franciscanos celebran la
misa de Santo Domingo, y vice versa, los franciscanos
invitan a los dominicos a celebrar la misa de San
Francisco en la iglesia franciscana. Ese año los
dominicos invitaron al Coro a cantar en San Juan de Letrán, la iglesia dominica, cuando los franciscanos
vinieron a celebrar la fiesta de Santo Domingo. Si lo
que acabo de escribir es confuso, así fue el final de la
misa cuando el diácono franciscano cantó, en el tono de
la Missa de Angelis, I-i-i-i-te, e-e-e-e,
e-e-e-e-e-e-e, e-e-e-e-e-e-le-i-son
[mezcla de
Ite, missa est con Kyrie, eleison: ite-eleison] Los
frailes se rieron tan duro que el coro no tuvo que dar
respuesta... el celebrante franciscano a penas pudo dar
la bendición y yo conecté el gran órgano e
improvisé un postludio bien aparatoso haciendo
variaciones del tema.
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En una de nuestras salidas a la playa
pasamos a comer algo a un sitio de comida
rápida, creo que se llamaba "Pío
Lindo". Todos pedimos pollo frito con su
correspondiente guarnición de papitas
fritas. Yo me quise pasar de fino y traté de
comer el pollo con cuchillo y tenedor, ya
que estimé que eso era lo correcto. Y yo no
podía ser menos que correcto delante del
grupo. Cuando vi lo difícil que era, pensé
que tenia que conformarme con no disfrutar
del pollo con tal de hacer lo indicado.
Notando la situación, el maestro del coro,
siempre atento a nuestras dificultades, como
si fuera un ángel de la guarda colectivo,
dijo en voz alta ''según la etiqueta
gastronómica, el pollo se puede comer con
las manos'' y luego me guiñó el ojo. Uff! qué
alegría, menos mal. Solté el cuchillo de una
mano y el tenedor de la otra y me dediqué
plenamente a comer el pollo "a dos manos".
Qué bueno que pude disfrutar de mi almuerzo
con la paz de que no estaba haciendo nada
incorrecto. Ese fue el complemento de un
sabroso día de playa.
Nota: Este secreto lo he guardado por muchos
años, por la pena que me daba mi ignorancia,
pero hoy se los revelo, por la alegría
infantil que me ha devuelto esta Web y el
reencuentro con mis antiguos compañeros.
Otra nota: A los miembros del coro no nos
gustaba hacer cosa incorrecta alguna.
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Nuestra Señora de la Regla de San
Agustín es la Patrona del Pueblo de
Regla y, por Real Decreto, Gobernadora de la
Bahía de La Habana. Regla es un suburbio de la
capital que queda en la bahía, del lado opuesto
a la ciudad de La Habana. Junto al muelle se
encuentra el Santuario de la Virgen que es muy
concurrido por los devotos. La Virgen de Regla
es también una advocación mariana que utiliza la
Religión Yoruba para designar a Yemayá, orisha del mar
profundo, una de las deidades africanas que
llegaron a playas cubanas con los esclavos. La
imagen es de una virgen morena cargando a su
Hijo, el Niño Jesús. La fiesta de Nuestra Señora
de Regla se celebra el día 8 de septiembre y
coincide con la de la advocación de la Caridad
del Cobre, Patrona de Cuba. El día 8 de
septiembre es la fiesta de la Natividad de
Nuestra Señora y en ese día se celebran las
fiestas de casi todas las advocaciones marianas
que no tienen fecha propia. Pues bien, el Coro
fue invitado a cantar en la Misa Mayor del
Santuario el día de la Fiesta Patronal.
Para llegar a Regla tuvimos que tomar la
lancha de Regla que sale del Muelle de Luz
y cruzar la bahía. Allí comenzaron los
problemas porque se mareó uno de los niños. Ya
él se había mareado varias veces en la guagua de
Balbino, ese día le tocó a la lancha. Menos mal
que el trastorno era usualmente pasajero, como
lo fue en esta ocasión. La verdad es que el
oleaje movía la lancha y por eso sucedió lo que
sucedió. Desembarcamos y tuvimos que abrirnos
paso entre el gentío que había. Los
campaneros del Santuario, al vernos, ya
anunciaban la segunda llamada. La tercera sólo
se daría una vez que ya estuviéramos preparados
en el coro alto de la iglesia y todos los
ministros ya estuvieran en la sacristía, [era
Misa de Tres y los sacerdotes tenían
que venir de otras iglesias, tal como nosotros
veníamos de La Habana Vieja]. Todo listo,
tocaron la tercera y comenzó la Misa Solemne.
Cantamos el Introito, los Kyries y, durante el
Gloria, subieron al coro unas señoras, que
comenzaron a conversar como si estuvieran en la
sala de su casa. No hay cosa más molesta que
cantar con el acompañamiento del cacareo de
personas mal educadas. Terminado el Gloria, fui
donde esas señoras y muy cortésmente les pedí
que
guardaran silencio. Me dieron una mirada
fulminante, pero se callaron. Como el canto de
la Epístola se alargaba, ellas decidieron que
eso les daba licencia para comenzar el cacareo
de nuevo. Volví donde ellas, al verme, callaron.
Pero el asunto comenzó de nuevo durante el
Aleluya. Cantado el Gloria tibi, Dómine
del anuncio del Evangelio, volví donde ellas y
les pedí que bajaran. Una de ellas, la más
emperifollada, me replicó, ''usted por lo visto
no sabe que yo soy la señora del Alcalde.'' Yo
le contesté, ''señora, no me importa lo que sea
usted; señoras, tengan la bondad de salir de
aquí.'' Todo esto durante el canto del
Evangelio. ''Usted no es nadie para sacarnos de
aquí,'' respondió la señora. Yo, con voz
categórica, le dije, '' señora, si ustedes no se
van ahora mismo, nos vamos nosotros,
¿es eso lo que usted quiere?'' e hice
seña al coro para recoger e irnos. Los niños
luego me dijeron que eso había sido un alarde de
mi parte. En verdad, en ese momento yo estuve a
punto de salir de allí. No nos fuimos porque
las señoras, como si hubieran visto un
duende, salieron despavoridas como bola por
tronera...
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LA AGONÍA
DE CALENTARNOS LA GARGANTA
Todos
los sábados en la mañana nos reuníamos para ensayar. En
ese ensayo se juntaban los sopranos y contraltos con los
tenores y bajos. Yo me levantaba feliz y estoy seguro
que los demás cantores se levantaban con el mismo ánimo
para ir a ensayar, ya que casi nadie faltaba a los
ensayos del sábado. Durante la semana, los pequeños
habíamos ensayado nuestras respectivas voces por la
tarde. Los mayores habían ensayado por la noche.
Entonces llegaba el sábado. Ese era el día en que se
podía apreciar cómo sonaba juntos lo que habíamos
ensayado separadamente. Yo, a pesar de ser uno de los
pequeños, esperaba el ensayo del sábado como cosa buena.
Era una
gran cosa, como si fuéramos a cantar a algún lugar
importante. Cuando ya estábamos todos reunidos, había
gran anticipación de ver cómo sonaban las cuatro voces
juntas. Todos queríamos comenzar a cantar. Pero no, no
era posible sin antes pasar por el martirio de
vocalizar. Había que primero calentar la garganta, como
decía el maestro. Para mí, tener que vocalizar por
veinte o treinta minutos era una agonía eterna. !
Pensaba !Qué tontería tener que hacer estos ejercicios,
cada vez medio tono más alto y que no decían nada, para
calentar la garganta!
Claro,
ahora me doy cuenta que eran necesarios y beneficiosos.
Además, era temprano por la mañana y había que ejercitar
y calentar las cuerdas vocales antes de cantar. En aquel
entonces eso me parecía tonto. Es más, me daba vergüenza
de que alguien nos pudiera oír y pensara que eso era lo
que cantábamos. En mi mente infantil, el remedio hubiera
sido salir ya de nuestras casas con las gargantas
calientes. La solución: pedirle a nuestras madres que
nos pusieran un poco de mentol en la garganta y un
pañuelo caliente, acabado de planchar, al rededor del
cuello, así como los vaqueros. Todo para comenzar
enseguida tan esperado ensayo sin primero tener que
pasar por la agonía de calentarnos la garganta.
Marvin
Jui |
Oscar Villasana [+2000] fue
de los miembros fundadores del Coro. Fue
el primero en aprender a leer la
notación gregoriana. A primera vista
cantaba cualquier texto del Gradual. Una
vez, se presentó la ocasión de la
posibilidad de recibir una beca para
estudiar en un colegio que regían los
Padres Canadienses de las Misiones
Extranjeras de Québec en la ciudad de
Colón, Matanzas. Allí fuimos en tren.
Estábamos sentados uno en frente del
otro junto a la ventanilla. Pasado Campo
Florido, me dice Oscar, ''maestro,
--apuntando al paisaje que pasaba por la
ventanilla-- lo que yo veo es el futuro,
lo que usted vé es el pasado, y el
presente es lo que en este momento pasa
por delante de nosotros.'' Oscar era un
niño listo.
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El
Padre McKniff viajó a
Philadelphia acompañado de el
Sr. Jesús Pernas. Tenían que
resolver unos asuntos del Padre
con relación a la Escuela
Parroquial. El Sr. Jesús Pernas
era un gran benefactor de la
Parroquia y el Padre quería
hacer unas diligencias
financieras en Filadelfia. El
Sr. Pernas fue primero a Boston,
donde tenía unos negocios,
mientras que el Padre fue
directamente a Filadelfia a ver
al Prior Provincial de los
Agustinos. Allí se hospedó en
una iglesia Agustina.
Cuando el Sr. Pernas terminó su
diligencia en Boston, se dispuso
a reunirse con el Padre en
Filadelfia, por lo que envió un
telegrama al Padre dejándole
saber cuando llegaba. El
telegrama estaba dirigido al
Padre y una operadora llamó por
teléfono para leerle el texto
oralmente.
El diálogo fue así, según el
Padre lo contaba muerto de risa:
Operator, Is this
Saint Rita's Church?
Operator, Are you
Reverend John McKniff? There's a
telegram for you.
Father: Yes, I am Father John
McKniff.
Operator, O, O MY, O,
THIS CAN'T BE!!!
Father: What's the problem? What
can't be?
Operator, FATHER, THIS
CAN'T BE. O LORD HAVE MERCY,
HELP ME!!! MOTHER OF GOD, THIS
CAN'T BE!!!
Father: What's the problem,
Miss. Please tell me. What's the
message?
Operator: Dear
Father McKniff, flying down on
Sunday. Will attend all your
wishes!!! [Signed]
JESUS.
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Son tantos los recuerdos
que, si no los apunto
enseguida, se me
olvidan. Ahora me acaba
de llegar un correo
electrónico de un
sacerdote amigo que
reside en Miami y es
bi-ritual
latino-maronita. Me
pregunta que si la
campana junto a la
que estoy retratado es
de la Catedral de La
Habana. Ese es el
retrato que, de
chiste, dice que con esa
campana yo mantenía el órden en los ensayos.
Como buen sacerdote de
rito oriental, el padre
es consciente de la
importancia de las
campanas, para que el
edificio de la
Iglesia, no sólo se vea,
sino que también se
oiga. Le contesté que
no, que la campana es de
la iglesia de San Pedro,
en el barrio de
Versalles de la ciudad
de Matanzas. Añadí que
la Catedral de La Habana
tiene por lo menos dos
que son el doble de
grandes que la de la
foto. Una, la Santa
María, se oye a siete
kilómetros de distancia
cuando toca el
ángelus o anuncia
el Sánctus o la
consagración en la Misa
Mayor.
¿Por qué estoy retratado
en el aula campanaria de
San Pedro? Pues sucede
que nos invitaron a
cantar una misa en
Matanzas. Era en una
capilla de la parroquia
de San Pedro que quedaba
en una colina desde
donde, recuerdo, se
divisaba toda la ciudad.
Por eso solicité permiso
para subir a la
torre. [No, no creas que
puse a los niños en
peligro, los niños
protestaron, pero no
subieron].
Antes de llegar a
nuestro destino, pedí al
chofer de la guagua que
nos había ido a recoger
al tren, que nos llevara
un momento a visitar la
Iglesia Catedral. En eso
yo seguía la costumbre
de visitar la
Catedral cuando íbamos a
una ciudad por primera
vez. Entramos a la
Catedral y fuimos a
hacer una visita al
Santísimo que se
encontraba reservado en
una capilla aparte, al
lado de la Epístola.
Allí hicimos lo
acostumbrado, o sea que
cantamos O bóne
Iésu, miserére
nóbis, quía tu creásti
nos, tu redemísti nos
sánguine túo
pretiossísimo. [Oh
buen Jesús, ten piedad
de nosotros, porque tú
nos creaste, tú nos
redimiste por tu
preciosísima sangre],
Perluigi da Palestrina,
a cuatro voces.
Súbitamente aparecieron,
con gran sorpresa y
susto en sus pálidas
faces, un sacerdote y
varios sacristanes, que
se apresuraron en llegar
desde la sacristía.
Ellos creían que, por lo
menos, se trataba de los
ángeles ¡anunciando la
segunda venida del
Señor..! Cosas así
suceden cuando actuamos
sin permiso. Después de
todo, un coro de niños
como el nuestro no se
oía con frecuencia
en Matanzas. Más que
todo eso, yo ruego a
Dios que ese canto haya
llegado no a la
sacristía, no a siete
kilómetros de distancia
como la campana del
ángelus, sino al Señor
que está ahí mismo en el
sagrario y que, siendo
Hijo del Padre, se
encuentra también a su
diestra en el
cielo. Entonces hubiera
llegado a Matanzas,
en ese día, un mensaje
evangélico de conversión
en boca de los niños:
O bóne Iésu, miserére
nobis!
Guillermo Romagosa
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EL
AUTÓGRAFO Y LA FOSFORERA
Era la celebración de las bodas de plata sacerdotales del P. Edward
Connery, O.S.A., que era el Prior de la
comunidad de la Iglesia de San Agustín,
en La Sierra, Marianao. El Padre era
amigo del coro y fuimos a cantarle la
Misa Solemne de Aniversario. Tuvimos así
la oportunidad de cantar con el nuevo
órgano que el organero, Señor Guillermo
Aizpuru, acababa de construir para esa
parroquia. Después de Misa hubo una
recepción informal en los salones de los
bajos de la iglesia. Disfrutando allí de
un refresco y galleticas, conversaba con
mi amigo José Gasulla. Ambos éramos
sopranos en el coro. De pronto se nos
acercó una joven señorita y nos pidió el
autógrafo. "¿Que le demos qué...?" le
contestamos. La señorita nos volvió a
repetir que si le podíamos dar el
autógrafo. "Lo siento, pero yo no
fumo"...le contesté....immediatemente,
José también le dice...."Ni yo tampoco
fumo." La joven se echó a reír y
nos indicó que le firmáramos el
programa. Fue una situación embarazosa.
Aparentemente, ni José ni yo sabíamos lo
que era un autógrafo y los dos pensamos
que se trataba de una fosforera. Parece
que el hecho de ser sopranos nos había
puesto en la misma onda. Fuimos donde el
maestro y él nos ayudó a entender la
situación.
Esa fue la primera y única vez que alguien me ha pedido un autógrafo.
Mucho cuidado con no confundir la
gimnasia con la magnesia.
Marvin Jui
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MENSAJE PUBLICO, SE SOLICITA INFORMACIÓN.
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A VER SI Uds. SE
ACUERDAN DE LOS EVENTOS IMPORTANTES EN QUE PARTICIPAMOS,
YO ME ACUERDO DE ALGUNOS PERO NO DE FECHAS.
>PRIMERA
PARTICIPACIÓN EN LA LITURGIA DEL CRISTO: SEMANA SANTA
DE 1952. PARTICIPACIÓN EN LA PRIMERA VIGILIA PASCUAL
NOCTURNA [MEDIA NOCHE] CELEBRADA EN CUBA.
>MISA DE
PENTECOSTÉS, 1952, EN EL CRISTO.
>PROCESIÓN DE LOS
RAMOS DESDE SAN FRANCISCO A LA CATEDRAL Y MISA EN LA
CATEDRAL, SEGÚN LA NUEVA SEMANA SANTA REFORMADA. PRIMERA
EN CUBA.
>ANIVERSARIO DEL
P.McKNIFF.
>CONGRESO
CATÓLICO. 1959.
>CONCIERTO EN
SANTA RITA.
>CONCIERTO EN EL
PALACIO CARDENALICIO.
>CONSAGRACIÓN DE
MONS. BOZA Y DOMÍNGUEZ. MAYO, 1960
>CONSAGRACIÓN DE
MONS. ROZAS.
>ULTIMA ACTUACIÓN
EN LA CATEDRAL: MISA EN HONOR A SAN JUAN VIANNEY, DE LA
FRATERNIDAD SACERDOTAL. CON MONS. BOZA.
SI HAY ALGO MAS,
VAYAN AÑADIENDO...
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